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sábado, 27 de abril de 2013

Portugal: Una Revolución que no se marchita | AraInfo | Achencia de Noticias d´Aragón

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Portugal: Una Revolución que no se marchita

Enviado por  el 25 abril, 2013
revolucao-dos-cravosConmemoramos el 39 aniversario de la Revolución de los Claveles explicando cómo toda una generación de trabajadores, trabajadoras y jóvenes tocaron un mundo nuevo con sus propias manos.
A las 0.30 horas del 25 de abril de 1974 se escuchaba por la radio la canción Grandola, elegida por los capitanes del MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) para poner en marcha el golpe militar que derrocaría a la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar. Ninguno de aquellos militares se imaginaba que iba a vivir uno de los procesos revolucionarios más profundos de la historia del movimiento obrero.
Sin embargo, tras aquel acontecimiento las colonias obtuvieron la independencia, la banca y gran parte de la industria fueron nacionalizadas, la clase trabajadora consiguió el control de las empresas y la burguesía perdió el control sobre el ejército, girando éste hacia la izquierda. La llamada “Revolución de los Claveles” comenzó tras un golpe militar, pero tiene también claros rasgos de revolución socialista, con un peso decisivo de las masas en el proceso.
Régimen salazarista
Hasta 1974, la de Portugal era la dictadura más antigua de Europa, iniciada en 1926 tras un golpe militar encabezado por Salazar. Estaba basada en la represión política y sindical, y solo 100 familias se beneficiaban del terror. La dictadura acentuaba la desigualdad. Sus únicos puntos fuertes eran la mano de obra muy barata y las materias primas de las colonias. Siete bancos controlaban el 84% de los depósitos. El presupuesto estatal para armamento era de entre el 35% y el 45% entre 1961 y 1973; armamento destinado al dispositivo militar desplegado en las colonias portuguesas que vio como los movimientos de liberación nacional, sobre todo en Angola y Mozambique, les declaraban la guerra.
La desigualdad y la miseria de la población portuguesa aumentó y eran los trabajadores y trabajadoras quienes pagaban las consecuencias de la guerra y la crisis.

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